En un ambiente electoral bastante tibio, se desarrolla la campaña para conocer el sucesor del controvertido Samuel Moreno en el palacio Lievano. Luego de dos periodos consecutivos, es muy difícil que el Polo repita la alcaldía de la capital colombiana. A dos meses de la elección, unas reflexiones sobre la reciente historia democrática bogotana, y sus candidatos, parece obligatoria.
Desde que se estableció la elección popular de alcaldes, Bogotá se ha caracterizado por tener un comportamiento político peculiar. Con casi 25 años de democracia local, los bogotanos han elegido alcaldes que podrían llegar a marcar una distancia con otros líderes políticos nacionales. Los analistas denominan a este fenómeno o tendencia, el voto de opinión; como si el resto del país no tuviera esa característica cercana a la racionalidad o como si los habitantes de la capital estuvieran desarrollando la potencialidad de un gen propio de quienes allí nacen, que aumenta la capacidad de critica a la hora de elegir un candidato. Y con todos los culturalismos mal leídos que abundan en los análisis actuales sobre Colombia (Paisa igual narcoparamilitar) este podría terminar siendo un argumento más para dividir a los colombianos, operación muy útil dentro de nuestro pueblo. Simplemente, existen variables a estudiar dentro de su corta historia luego de la implementación de la democracia.
Teniendo en cuenta que en Bogotá nunca gano el candidato que comenzó primero la contienda, los asesores de los actuales candidatos lanzaron las campañas escasos meses antes de la elección. Previendo también, una escasa participación luego de la fatiga -mediática y económica- de las dos vueltas presidenciales, hace poco más de un año. Pues aunque somos una de las democracias más antiguas y estables en Latinoamérica, el nivel de abstencionismo en cada elección, muestra un fuerte descreimiento en el sistema electoral, es un indicador de la falta de confianza en el gobierno de las mayorías. Tal vez, porque los candidatos de esas mayorías nunca los dejaron llegar al final de la campaña o porque la abstención es también una decisión, dentro del juego democrático de escoger entre uno de los candidatos-producto que ofrece el supermercado de la política.
Votantes, candidatos o analistas debemos tener en cuenta la historia política reciente: Mientras en 2002 el discurso guerrerista ganaba la elección nacional, en 2003 las elecciones bogotanas las ganaba un slogan antagónico, reconciliémonos; con el apoyo popular construido desde la campaña electoral para presidente de la republica. Fue así como, después del genocidio de la UP , un partido denominado de izquierda triunfaba nuevamente en las urnas. El Polo Democrático Alternativo, reunió diversas fuerzas políticas, su constitución interna narra las disputas ideológicas propias de una historia tan rica como la colombiana.
Para dichas elecciones, Juan Lozano era el favorito de las encuestas y el líder político lanzado desde los medios más importantes de la capital: El Tiempo y Citytv. Sin embargo, el carisma y la historia personal de Luís Eduardo Garzón, fueron necesarias para que el nuevo partido obtuviera la base electoral (clases populares y medias) con formación democrática –constituida durante administraciones pasadas - necesaria para ganar las elecciones.
La administración de Lucho tuvo tan buena imagen, que el electorado capitalino respaldo al partido en las elecciones de 2007; por sobre un conocido ex alcalde que observo atónito como el apoyo recibido por el flamante presidente reelegido meses atrás, terminaba por configurar una derrota nunca imaginada. Y es importante subrayar este punto, porque la mayoría de personas que votamos por Samuel no estábamos muy convencidos de su imagen, pero el ejercicio electoral realizado, el voto, fue una clara muestra de apoyo por las políticas sociales implantadas por el Polo y un deseo para que continuaran y se ampliaran. También, por la promesa incumplida del metro, gran evaluador de su gestión. Por lo tanto, en el electorado capitalino el discurso que recibe más apoyo de las masas, es aquel construido sobre argumentos como igualdad, cultura, diversidad y realización de derechos fundamentales (salud, educación, trabajo) entre otros.
Los candidatos que actualmente luchan por el segundo cargo con mayor presupuesto en el país son bastante diferentes:
Mockus es un personaje que ya trascendió en la historia política colombiana. Introdujo en la administración la idea sacralizar los recursos públicos (para que no sean robados por cualquier servidor público) la cultura ciudadana y otros componentes dentro de su administración de los primeros años, que hoy son ejemplos mundiales de generación de espacios públicos y ganancias valiosas para nuevas generaciones capitalinas. Sin embargo, la complejidad de su figura lo aleja cada vez más de los votantes. Y después de las canciones de la primera vuelta presidencial del año pasado y que retumban aun en los oídos de los colombianos; como líder político de un país que necesitaba una persona capaz de transformar el descontento social en votos, su figura resta en lugar de sumar. Otros dicen, que Mockus fue la figura perfecta para centralizar el debate entre candidatos presidenciales y terminar eligiendo al candidato con mayores medios de comunicación y mejor registró en cámara. Estrategia propiciada por los dueños de grandes medios y sus consultoras de opinión. Personalmente creo que la opinión pública bogotana no le perdona a Mockus haber desaprovechado el momento histórico y cantar antes de hablar, simplemente por el resultado lo deprimió. Los votantes capitalinos ya no lo reconocen como su voz o líder natural.
Peñalosa, por su parte, tiene tanto dinero que no le importa perder y perder elecciones; es más, tan poco le importa el dinero invertido en sus campañas, que sus derrotas rápidamente se transforman en narraciones para revistas y diarios. Como no iba tener dinero si tomo los recursos públicos para generar un proyecto privado de transporte, que ahora se implanta en cada ciudad colombiana con el apoyo de su capital privado. Transmilenio fue una solución de transporte de la cual todos conocían los riesgos: recuerdo escuchar, como argumentación en contra, que era un sistema de solución a corto plazo; que en el mediano plazo podía colapsar si no se complementaba con otros sistemas de transporte masivo; y que sus costos de reparación y mantenimiento superarían ampliamente los costos de construcción, a diferencia del metro. Y aunque el distrito es dueño de la planta de Cemex, gracias a los abogados del Polo, esta propiedad en manos de Peñalosa puede terminar afectando nuevamente a los contribuyentes capitalinos. Su imagen esta tan asociada a la derrota que necesita una campaña muy fuerte para lograr que los votantes la compren, igual tiene el capital para pagarla, pero su ida y vuelta con el ahora poco querido Uribe es el último argumento para derrotar su aspiración a gobernar nuevamente Bogotá.
Después de Samuel el Polo quedo muerto, en la naciente colectividad los contratos heredados de la administración anterior fueron un festín para diferentes dependencias. Transmilenio por la 26 fue, tal vez, la última vergüenza aceptada por sus miembros y el partido de izquierda estalló por sus contradicciones internas. Mediaticamente desprovisto, la opinión pública repugno más su corrupción que el robo al campo o Agro Ingreso Seguro. Después de dos administraciones termina con una alcaldesa encargada y con un candidato poco conocido. El Polo plantea una política a largo plazo, sabe que la historia lo tendrá en cuenta, porque Bogotá después de años de grandes obras de infraestructura, con su administración puso una cara más humana… con la que muchos pudieron colombianos pudieron crecer.
De esa colectividad sale el candidato más opcionado ahora en las encuestas, Gustavo Petro. Petro aprendió que la política contemporánea es una imagen corporativa, contrato asesores de imagen que le permitan sumar a su grupo de progresistas la amplia clase media bogotana. Entre su estrategia de campaña incluyo lanzarse casi de último –el último fue Mockus, victorioso en dos elecciones capitalinas, conocedor del voto capitalino- para no aburrir al electorado. El símbolo de los progresistas sintetiza la idea de unidad o centro, ganadora en las últimas elecciones presidenciales, articulado con un discurso o programa novedoso. Hasta el nombre de su partido es una idea nueva dentro del mercado político colombiano. Esperemos que sea un partido consolidado y no otro movimiento electoral personalizado, muy cercano a la corta historia democrática bogotana.
Su ventaja es tan grande que los miedos ya comenzaron ha florecer: los candidatos de partidos Uribistas (toca recordarlo, aun cuando se quiere hablar de otra cosa) plantean una candidatura única, los más interesados en esa síntesis son David Luna y Gina Parody, que no ganan una encuesta ni comprándola. Esa unidad la quieren llamar generacional, pero es más cercana la unidad nacional del gobierno central o por lo menos esta compuesta por los mismos partidos.
Gina Parody es una candidata que recuerda esa otra Bogotá, hija del sentido común conservador: la godorrea rola. Con énfasis en viejos programas y consignas, esta egresada de la Javeriana , descubrió Suba durante su campaña. Su impresión fue tal que dentro de su programa menciona su grandeza como una novedad. Claro, el trayecto Chico-Javeriana-ElDorado no incluye la localidad con nombre indígena, así como muchos otros barrios de la ciudad que superan el millón de habitantes: Fontibón, Kennedy o Usme. No me imagino si la candidata independiente los llega a conocer, cambia su programa de gobierno. Sin embrago, ella tiene una imagen fuerte para explotar en los medios pero el contenido de sus ideas, la cercanía con el ex presidente Uribe y el discurso en plaza pública heredado de su formación académica, la distancian cada vez más del electorado bogotano.
Carlos Fernando Galán es el nuevo delfín político colombiano lanzado oficial y nacionalmente en esta campaña. Viene del partido que desde el congreso judicializó la protesta social y que actualmente impulsa el castigo para los que no respeten derechos en Internet, como si fuera un escenario con el mismo contrato social. Hijo de una de los 5 candidatos presidenciales asesinados en la historia de Colombia, Carlos Fernando posee una imagen favorable para los medios visuales (recordemos que Pastrana gano por ser más pinta que Serpa) y un apellido recordado por las clases populares; falta observar como marca distancia, si lo quiere hacer, con los postulados ideológicos del partido que representa y con el líder de esa colectividad.
Por Internet de la campaña se sabe poco, salvo un debate comentado por twiter donde otra vez los jerarcas de la iglesia católica en voz de sus periodistas de rcn preguntaban cosas cotidianas para saber cual era o no católico; y comenzar así su campaña desde el pulpito, como en la vieja época. Pero ahora con medios y cajas de resonancia instaladas en las casas. Lo otro, acusaciones de robo de ideas y proyectos. De resto la campaña es imposible seguir vía Web.
Las elecciones son en octubre y las campañas siempre gastan más al final, cuando el momento de compra del producto (denominada en el lenguaje democrático, votación) se acerca. En estos meses observaremos cuál fuerza económica invierte más para conseguir una de las alcaldías con mayor presupuesto del continente, al mismo tiempo a quien le interesa más. También, como se construye el proyecto de ciudad que gobernara Bogotá por los próximos años. Una ciudad igual a otros municipios del país, con los mismos vicios de las elites políticas. Y aunque a través de la corbata busquen diferenciarse de las otras elites políticas y económicas colombianas, demuestran su folklore, la adscripción al territorio y similitud con el resto del país, a través de su particular forma de distribuir la riqueza.
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